El mundo torrija tan variado y querido por todos nosotros… ¿a quién no le gustan? …
Con vino, con leche, con almíbar, más mojaditas, más secas, con pan corriente, con pan de molde, o tal vez, sois más pro, y utilizáis el pan especial de torrijas.
O quizá usáis la receta vegetariana, sustituyendo la leche de vaca,
por la leche de soja y el huevo por harina de garbanzo.
Es una buena opción no sólo para vegetarianos sino para alérgicos o intolerantes a la lactosa (conocemos a algún amiguito que lo agradecería ^_^)
(no queremos ser agoreras…)
Recuerdo hacerlas en el pueblo con mi abuela, muertitas de frío, al calor del fuego en el patio
(los fuegos de la cocina estaban fuera de la casa, en el patio…
aún no había empezado la carrera la Rite mayor para poner orden en esa casa jiji)
Cuando mi abuela ya no estuvo con nosotras para hacerlas (se nos fue demasiado pronto),
mi madre tomó las riendas y la verdad es que no hay diferencia,
siguen estando igual de ricas y hechas con el mismo cariño con el que las hacía la yaya Timi.
(siglo XIV maaadre mía, cuántos años comiendo torrijas)
donde los recetarios ya daban fé de ello.
En el siglo XX era tan habitual en las tabernas de Madrid como ahora la caña de Mahou,
y se acompañaba con un chato de vino.
Su estrecha relación con la cuaresma, se cree que se debe a que en esta época, al no comer carne, había excedentes de pan, con lo que había que buscarle una salida.
Hoy en día lo congelamos, lo rallamos, o lo usamos para las sopas de ajo, pero en aquella época encontraron una buena escusa para llevarse un dulce a la boca, y por lo visto servía también como plato para la recuperación de las parturientas.
Vamos, ¡que es todo beneficios!
Que luego tienes que correr 2 maratones y cuatro triatlón… vale, pero merece la pena… jeje
Y por supuesto la suegra y la mamá Rite siempre nos invitan.